Esta temporada, Marco De Vincenzo se mueve en una materia densa y primordial, e imagina la colección a partir de la propia materia, que es táctil, gruesa, tangible, compuesta de niveles superpuestos en los que incluso los estampados son un esmalte, una goma, un bordado sobre la textura subyacente.

Las líneas se mueven líquidamente alrededor del cuerpo: lo marcan y lo acarician, y luego se abren, cortas o largas, asimétricas y con flecos. Los pliegues resaltan la cintura, mientras que una flora fantástica invade el denim y la pana. Las lanas están cepilladas, los suéteres bordados, las lentejuelas cobran vida dentro de facetas geométricas. Extraterrestres de lugares lejanos aterrizan en las joyas, al igual que abejas atrapadas en ámbar, mientras que los bordados de una zoología fantástica, nacidos de la colaboración con la artista coreana Maria Jeon, envuelven prendas y bolsos de formas suaves y redondeadas o de líneas limpias y cuadradas. Cruda e indomable, la piel de lana es un toque primitivo que evoca escenarios salvajes, rozando sombreros y abrigos. Los mismos motivos se extienden al guardarropa masculino, apoderándose de chaquetas, duffle coats, abrigos tipo bata y terciopelos psicodélicos. El magma de Etro burbujea y hierve, vital, infinitamente metamórfico.